Con frecuencia escuchamos (a algunos) afirmar que la presión fiscal en España (34,5% del PIB en 2017) es más bien baja y que aún queda «recorrido» para alcanzar la tasa media de la Unión Europea (37,2%) y no digamos el tercer cuartil (41,95%). También escuchamos que la economía sumergida es en nuestro país muy elevada y que eso precisamente refuerza la tesis anterior: hay mucho más dinero para recaudar por el Estado. Sin embargo, cuando incluimos en esta «ecuación» el concepto de esfuerzo fiscal, es decir, la relación entre presión fiscal y PIB/cápita (medida con el índice de Frank) las tornas cambian: observamos que España presenta un esfuerzo fiscal superior a países como Finlandia o Suecia y prácticamente igual a Francia o Italia (el índice de Frank para España es 0,14, mientras que el de Suecia es 0,09, por ejemplo, en tanto que el índice promedio UE es 0,17). Y cuando acompañamos a los indicadores de presión y esfuerzo fiscal con la tasa de economía sumergida el panorama es el que muestra el gráfico siguiente:
Si nos fijamos en la economía sumergida, con las cautelas debidas para con este indicador (porque es, por su naturaleza, una estimación econométrica), veremos que España presenta una tasa de 17,2% del PIB, frente al promedio de 17,3% de la UE (el tercer cuartil alcanza un notable 22,7%). Pero ahora viene lo interesante: la correlación entre presión fiscal y esfuerzo fiscal es r = -0,34 y entre presión fiscal y economía sumergida es r = -0,45, es decir, que covarían inversamente con cierta intensidad, lo que significa que, en general, los países con mayor presión fiscal ofrecen menores tasas de esfuerzo fiscal y de economía sumergida. Buena noticia, pues, para los defensores del incremento de la presión fiscal … Si no fuera porque 1º) los países en los que esto sucede son mayoritariamente los más ricos y 2º) porque la correlación entre esfuerzo fiscal y economía sumergida es ¡nada menos que r = 0,81 ! O sea, que es cuando la tasa impositiva es alta en relación con el PIB/cápita que la gente se comporta fiscalmente de manera evasiva en mayor grado: lo relevante parece ser no que la fiscalidad sea alta, sino que lo sea en relación con la riqueza de las personas: si me quitan un 40% del ingreso cuando éste es de 100.000 euros, por ejemplo, me disgusto más o menos; cuando me quitan un 40% del ingreso cuando es de 30.000 euros, entonces … ¡a correr!.