Ande yo caliente … La Cumbre del Clima de 2019: mala para el clima, pero buena para el turismo

Recientemente ha tenido lugar en Madrid la Cumbre Climática (COP) que estaba previsto realizar en Santiago de Chile y que, debido a las turbulencias “ambientales” del lugar, nuestro ínclito presidente decidió montar en el IFEMA (eso se llama “cogerlas al vuelo”, oiga).

El propósito formal de la cumbre era, como en las anteriores, reunir a los dirigentes de la mayor cantidad posible de estados para articular en común eficaces medidas de protección ecológica (“salvar el planeta”, que dicen los ambiciosos). Dejaremos ahora a un lado la consideración tanto de la solidez de los fundamentos de la alarma climática como de la posibilidad de actuar eficientemente contra los peligros ambientales que nos acechan. Y nos atendremos a los hechos concurrentes en esta fantástica cumbre, tan mediática y, a la vista de sus resultados, tan climáticamente inútil.

A la cumbre han acudido representantes de 196 países, que, al parecer, apenas han acordado algo más que acordar que deben acordar algo para evitar en una cierta medida el calentamiento global (con una subida de la temperatura media del planeta superior a un grado y medio, desastre total, nos dicen). Uno de sus principales objetivos, la regulación del mercado del carbono, queda para otro momento más propicio. Los principales países contaminantes (entre los que los europeos, por cierto, no forman parte proporcionalmente muy destacada: véanse las figuras siguientes) se descuelgan en diverso grado, pero efectivamente en todo caso. Así que no parece que a los efectos perseguidos la Cumbre haya servido para gran cosa.

CO2 distribución de emisiones por regiones del mundo

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Un espectador neutral (¡ejem!) nos diría que, a la vista de algunos signos patentes, el resultado de la cumbre se veía venir. Una cumbre que iba a celebrarse en Brasil, que luego se va a celebrar en Chile y que finalmente se celebra en Madrid: notable. Una cumbre a la que asisten como voceros «sensibilizadores» algunos millonarios en sus contaminantes aviones, desde sus excesivas y no muy ecológicas mansiones en el otro lado del mundo (y sin acreditar sobresalientes conocimientos en la materia, por otra parte): sorprendente. Una cumbre en la que su icono referencial es una porfiada chavalita de dieciséis años, que tampoco parece ser una autoridad en materia climática (aunque ciertamente se muestra dotada para la interpretación dramática: ver aquí una de una de sus efectistas actuaciones): estupefaciente. Una cumbre en la que figura de “ponente” un personaje como Javier Bardem, otro millonario con comportamientos contaminantes, conocido tanto por sus escoradas posiciones políticas como por sus pecados fiscales, que se permite llamar públicamente “estúpido” al presidente de EE. UU. (cuyo concurso diríamos que interesa en esto del cambio climático) y al alcalde de la ciudad sede del evento: surrealista. Una cumbre a la que asisten 25.000 personas, la mayoría usando el avión, con los correspondientes consumos y emisiones contaminantes, sin mayor necesidad, ya que la tecnología actual permite sobradamente comunicarse todo lo que haya que comunicar de modo telemático, restringiendo la asistencia física, si acaso, a unas docenas de personas: sospechoso.

Se diría que la “agenda” pública, formal, de la cumbre parece justo lo contrario de lo que debería ser si efectivamente se persiguiesen propósitos ambientales y conservacionistas. Si se quería integradora, seria, comprometida, además de técnicamente eficaz, no parece muy adecuado que en vez de a personas autorizadas científicamente se dé voz destacada a una adolescente sin cualificaciones relevantes de esa índole. Ni que en vez de personas señeras en la defensa, estudio o conservación del medio, nos sermoneen cínicamente millonarios que solo en una semana estándar de su vida consuman y contaminen más que cualquier persona común en un año. Ni que en vez de ceder la palabra a personas que sean paradigmas morales por sus méritos en la ciencia, la cultura, el deporte, etc. (un Nadal, un Barbacid, por ejemplo), para que sensibilicen a todos en torno a los objetivos ambientales comunes, se le ceda a quienes se caracterizan por su sectarismo izquierdista, poniendo por tanto en guardia (o a la fuga) a todos los que no pueden identificarse con esa postura ideológica o política (sobre todo si insultan a unos políticos que han ganado unas elecciones democráticas y por eso están en su cargo). Ni que se reúnan físicamente miles de personas, con un impacto ambiental muy considerable, sin que lo justifique ninguna exigencia técnica de debate, estudio, toma de decisiones o tarea similar, disponiendo de una evidente capacidad tecnológica para evitarlo, sobre todo teniendo en cuenta que es precisamente la tecnología uno de los principales recursos invocados para combatir el cambio climático (¡Consejos vendo, que para mí no tengo!).

Puede ser que al lado o por debajo de esa agenda pública exista una agenda privada y/o soterrada cuyos objetivos no coincidan exactamente con los declarados de la cumbre. Por un lado, es posible (bueno, sólo posible) que muchos de los asistentes a la cumbre, e incluso algunos de los organizadores, sirvan sobre todo a sus propios intereses, que pueden ser profesionales, económicos, existenciales, políticos o simplemente lúdicos. Por otro lado, podemos (o podríamos) maliciarnos que la agenda oculta de la cumbre fuera esencialmente política, operando el evento y sus objetivos declarados como mera coartada de propósitos socialistas o podemizantes, pues si la acción contra el calentamiento global debe ser “global” no parece una mala estrategia que el control de los comportamientos de las personas para que converjan en la “salvación del planeta” sea globalmente planificado (un comité central omnisciente que determine qué producir, cómo y cuándo, y qué consumir, cómo y cuándo … ¿les suena?). Tanto una como otra razón es plausible, aunque la segunda, obviamente, es mucho más inquietante que la primera.

Pero incluso si así fuera, si la cumbre persigue objetivos inconfesables más que los deseables expresados formalmente, ¿cómo es posible tan incompetente puesta en escena,  del todo disparatada, con todas esas exhibiciones de cinismo, impostura y sectarismo que hemos señalado y que hacen su mensaje inverosímil?. Es chocante.  ¿Alguien piensa que se puede concitar un compromiso ambiental generalizado, con unos objetivos y unas actuaciones tan complicados y costosos, de ese modo? ¿El nivel técnico de la moderna agitprop es cada vez es más bajo o se piensa que la gente ni ve, ni oye ni entiende?. Probablemente, hoy son más los que creen que la alarma climática es una exageración que antes de la cumbre, porque si la amenaza es tan grave, ¿cómo puede su relato presentarse como una farsa berlanguiana?

La cumbre ha supuesto la generación de 65.000 toneladas de CO2 y costará cerca de 90 millones de euros (https://www.europapress.es/sociedad/medio-ambiente-00647/noticia-cumbre-clima-madrid-2019-fechas-cuanto-le-cuesta-espana-ser-voluntario-20191122132915.html), pero, al parecer, tendrá para Madrid un impacto de ingresos por unos 150 millones de euros (ingresos directos, indirectos e inducidos), según el concejal de Economía del Ayuntamiento, aunque la ministra del ramo limita el ingreso a 100 millones por todos los conceptos, mientras que el sector hostelero madrileño calcula que generará 1,25 millones diarios y casi un millón diario en restauración y ocio. Luego habría que añadir el movimiento económico indirecto de toda clase de abastecimientos y suministros (y también, en el otro lado, la contaminación y residuos correspondientes), difícilmente estimables con precisión. Mucho movimiento de trabajo y capital, aunque poca auténtica ecología.

En definitiva, aunque la cumbre habría servido muy poco para los elevados fines que perseguía (tal vez incluso menoscabándolos), habrá servido bastante para los fines particulares de algunos y, desde luego, para el turismo español, en general, y madrileño, en particular. En el corto plazo, al menos, unos cuantos habrán sacado provecho, y en Madrid somos en conjunto un poquito más ricos que antes (por lo del PIB regional, ya saben). El clima, el año que viene si Dios quiere. Los caminos del Señor son inescrutables.

“… Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno
naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.”