De brechas por sexo: another brick in the wall

Ya sabemos que la relación entre brecha salarial y discriminación salarial por razón de sexo es espuria (véase), puesto que esta última es de una entidad que impide explicar la primera salvo en una muy pequeña medida, pero ¿qué sucede con la relación entre tasa de empleo femenina y brecha salarial por sexo?

Cabría pensar que la brecha salarial y la «brecha de empleo» están relacionadas, de manera que la segunda contribuyese a explicar la primera, pero como la brecha salarial está relacionada sobre todo con el tipo de ocupación o el tipo de actividad laboral las distribuciones retributivas de los asalariados de distinto sexo no tienen por qué verse afectadas por esa circunstancia y el hecho de que la tasa de empleo en hombres y mujeres sea diferente  no tiene que repercutir de manera importante en el nivel salarial, ya que los empleados alcanzarán un cierto nivel independientemente de la proporción de activos de uno u otro sexo que estén empleados o desempleados (los que efectivamente estén trabajando, sean más o menos en cada sexo, percibirán un salario derivado del puesto desempeñado, siendo irrelevante el volumen relativo de trabajadores ocupados en cada sexo).

Veamos en primer lugar cómo se distribuyen, emparejados, los diferenciales de salario/hora y de tasa de empleo en 2017 en los 28 países UE y en tres estados EFTA (Islandia, Noruega y Suiza).

Diferenciales empleo y salario mujeres UE+3 bis

Como vemos, no parece que haya un patrón definido que permita identificar una estructura relacional entre ambas magnitudes, pues, salvo excepciones, no se percibe claramente que un mayor o menor diferencial de empleo se corresponda con un mayor o menor diferencial salarial. Pero cuando sintetizamos la relación entre las dos magnitudes con el coeficiente de correlación lineal, el valor de r es -0,3355. La interpretación analítica de este estadístico con signo negativo es que, en cierta medida, cuando aumenta el diferencial de empleo disminuye el diferencial salarial (o viceversa), lo cual es un fenómeno aparentemente chocante: quiere decir que, en conjunto, en estos países considerados menores tasas de empleo entre las mujeres que entre los hombres se corresponden en cierto grado con menores tasas de brecha salarial entre ambos, cuando tal vez cabría esperar lo contrario. La relación entre las dos variables no es muy fuerte, pero es significativa y se puede establecer que la variabilidad de una llega a determinar el 11,26% de la variabilidad de la otra: véase el gráfico siguiente para apreciar la entidad de esa relación:

Gráfico dispersión empleo salario mujeres UE+3

Como puede observarse, la función que modeliza la relación de ambas variables es una recta con pendiente negativa (que expresa de otro modo lo que indica el coeficiente r = -0,3355). El ajuste a la recta no es muy bueno (una función polinómica de grado seis consigue un ajuste más de tres veces superior), pero el modelo resulta apropiado para reflejar la asociación negativa de manera clara. Hay países en los que vemos un diferencial en tasa de empleo que se acompaña de un diferencial salarial considerable (como Noruega: 4,0% y 14,3%, respectivamente, o Austria: 8,0% y 19,9%) y otros donde se produce el fenómeno inverso (como Italia: 5,0% de diferencial salarial con un 19,8% de diferencial en tasa de empleo, o Polonia: 7,2% y 14,6%, respectivamente), pero en conjunto la relación entre ambas variables es negativa. Para el total de países considerados, que haya menos mujeres empleadas comporta que el salario de las trabajadoras, en promedio, sea más próximo al de los trabajadores, en promedio.

 Este fenómeno es compatible con la tesis de que la llamada «brecha salarial» tiene que ver sobre todo con lo que podríamos llamar «formato del empleo», relativo al tipo de ocupación y la modalidad de su desempeño, que se expresa en un mayor/menor valor añadido neto con su correspondiente correlato retributivo. La «brecha de empleo» puede repercutir negativamente en el estatus económico general de las mujeres (aunque no necesariamente), pero lejos de contribuir a sostener el argumento de la discriminación salarial parece más bien reforzar su escaso crédito.