El tardoleninismo de J.F. Tezanos

Está teniendo lugar en estas fechas una comisión de investigación en el Senado español sobre el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, con el propósito de conocer “a qué se deben las desviaciones en las encuestas, que siempre favorecen al partido en el que milita Tezanos, con horquillas más amplias que nunca y despilfarrando dinero público” y para recabar explicaciones sobre su gestión en el organismo y “el disparatado incremento en los gastos, de 8 a 14 millones, que ha dado lugar a pérdidas de 2,5 millones en el 2023 y que ha necesitado que el Gobierno le enchufe al CIS 3,3 millones adicionales”, según los senadores del Partido Popular, que, con el aval de los de Junts y Vox, han activado esta comisión. Este suceso, política y sociológicamente relevante, ha traído a mi memoria el recuerdo de mi personal experiencia con el doctor Tezanos, que paso a relatar aquí después de que un par de diarios, supuestamente receptivos, declinasen considerar la publicación del breve texto que viene a continuación. Perdóneme el lector la inmodestia de referir hechos autobiográficos en este foro, pero considero que merece la pena que se conozcan en este momento, para contextualizar mejor la conducta del investigado por parte del Senado.

Corría el año 1982 cuando un servidor, que acababa de terminar la licenciatura en Ciencias Políticas y Sociología de nuestra facultad de la Universidad Complutense, se decidió a emprender la tarea de redactar la preceptiva tesina de licenciatura al efecto de poder realizar los cursos de doctorado en Sociología, que habría de rematar con la tesis correspondiente. Después de darle alguna vuelta al asunto, decidí llevar a cabo una tesina que versaba sobre el problema de la clase obrera y la conciencia de clase, en el caso español (este asunto, hoy decididamente periclitado, estaba aún de moda en aquel entonces). Comoquiera que la temática involucraba aspectos que requerían la dirección académica de un experto y comoquiera que durante la carrera había cursado la asignatura de Estructura Social de España con un profesor llamado José Félix Tezanos Tortajada, que entonces era un referente en la investigación de las cuestiones aludidas, acudí a su despacho para proponerle la dirección de mi tesina, propuesta que aceptó sin mayor reparo. Algo más tarde descubrí que su función directora iba a ser más bien difusa, habida cuenta de que por aquellas fechas nuestro hoy célebre sociólogo se hallaba en la tesitura de adquirir la condición de catedrático de la Universidad de Santiago de Compostela y ese desafío parecía absorber casi toda su energía académica.

En una de las escasas ocasiones que logré disfrutar de la supervisión de mi director le planteé la dificultad que, inopinadamente, estaba encontrando para determinar qué diantres era una clase social, asunto nuclear de mi tesina y categoría marxista por excelencia (ya saben, la clase en sí, la clase para sí y todas esas cosas), puesto que el bueno de Marx había dejado inconcluso (y tal vez no por nada) el capítulo 52 de El Capital, relativo precisamente a las clases sociales. Ni siquiera la Harnecker, en aquella especie de catecismo marxista que fue su “Los conceptos fundamentales del materialismo histórico”, parecía haber aclarado del todo la cuestión, así que yo me había ido a rebuscar en las Obras Escogidas de Lenin y había encontrado una definición bastante precisa y operativa de lo que era una clase social e incluso de lo que era la “clase obrera”. Cuando el profesor Tezanos oyó o leyó aquello, torció el gesto y enérgicamente señaló que de ninguna manera se podía acudir a Lenin (quien se diría, pensaba yo, que era un atento y aventajado intérprete de la obra de Marx) para establecer qué era una clase social en el sentido marxista de la expresión y que debía retirar de inmediato aquel disparate de mi tesina. Tezanos era entonces un militante del PSOE felipista, adecuadamente socialdemócrata, aunque algo escorado de guerrismo, así que parecía opinar que se podía leer a Marx e interpretar sus sesudos análisis económicos y sociológicos bajo la luz de la Segunda Internacional, digamos, pero recurrir a Vladimir Ilich Ulianov para entenderlo se le antojaba una herejía inaceptable. Yo me libré de aquel brete señalando que la teoría marxista había elaborado un concepto de clase social un poco difuso y concretado solo indirectamente y que los estructural- funcionalistas, tipo Lipset y Bendix, salían relativamente airosos del problema con su visión de la estructura social en términos de “estratos”, menos vaporosos y más operativos para el análisis del tema en un entorno capitalista. El profesor Tezanos debió considerar satisfactoria aquella solución, porque dio el visto bueno a mi trabajo y algún tiempo después, sin entrevistarme con él en más de una ocasión, obtuve mi grado de licenciatura honorablemente.

Después de aquello, no tuve noticias del ínclito profesor más que colateralmente, por algún medio académico y alguna publicación del área o, más raramente, en los periódicos. Supe que seguía dirigiendo la revista Sistema, muy conocida entre la gente del ramo, y que había conseguido una cátedra en la UNED, que dirigía un grupo de estudio sobre Tendencias Sociales y que eventualmente publicaba algún libro con cierto impacto. Al parecer, también seguía desempeñando cargos orgánicos en el PSOE, pero sin asumir directamente responsabilidades políticas públicas. Pero de pronto, un buen día de junio de 2018, me enteré de que había sido nombrado presidente del conocido, y afamado, Centro de Investigaciones Sociológicas, sancta sanctorum de la investigación sociológica en España desde que en 1977 se creara en sustitución del Instituto de Opinión Pública. Vaya, Tezanos al frente del CIS, me dije con cierta ilusión, recordando su magisterio y pareciéndome que eso garantizaba seriedad y rigor técnico, en la misma estela de calidad científica que había mostrado la institución cuando la dirigieron López Pintor, Pilar del Castillo o Joaquín Arango, por ejemplo.

Sin embargo, poco tiempo después descubrí, como el resto de los sociólogos -y la mayoría de los ciudadanos, por otra parte- que José Félix Tezanos no había sido nombrado presidente del CIS para dirigir esta prestigiosa casa reafirmando su merecido renombre de instituto de investigación social de primera clase y seguir proporcionando información sociológica veraz y fiable, sino para transformar la realidad social, o sea, política. No es que los anteriores presidentes del CIS no hubiesen sido designados por el gobierno de turno al margen de sus inclinaciones políticas, sin perjuicio de sus créditos académicos y sus logros profesionales (por lo que recuerdo, todos los presidentes habían sido catedráticos universitarios), de modo que se pudiese controlar hasta cierto punto el potencial socialmente explosivo de alguna información sociológica. Pero la presidencia del CIS de Tezanos ha marcado un cambio de era en la historia del instituto: lo ha convertido en algo que se parece mucho más a un instrumento de propaganda y manipulación política que a un centro de estudios sobre la realidad social. Sus otrora celebrados barómetros de la opinión pública han devenido, sobre todo en la parte relativa a la intención de voto, en palanca de modificación de la percepción y el comportamiento políticos. Sus muestras sesgadas con desproporcionadas cantidades de votantes del Psoe, su asombrosa “cocina” y la incorregible atribución sobredimensionada de intención de voto a este partido han colocado al CIS en el mayor de los descréditos, arruinando su prestigio hasta un punto que nadie podría haber supuesto un lustro antes. No sólo yerra en casi todas sus predicciones de voto político, dando al Psoe una victoria que nunca consigue, sino que ha descendido en el ranking de calidad de las empresas e instituciones de investigación social hasta una posición tan baja que resulta difícil de creer para un centro que trabaja con muestras comparativamente enormes, goza de inmejorables recursos y dispone de los mejores profesionales: en el referencial PollCheck de calidad de las encuestadoras de julio de 2024, por ejemplo, ocupa el puesto 30, de 43, con una puntuación que ni siquiera alcanza la mitad de la de empresas privadas como Sociométrica, GAD3 o Metroscopia, que no disponen ni con mucho de los recursos de nuestro querido CIS (véase la tabla adjunta, con cero puntos en el apartado de “desviación histórica” y en el de “coherencia»).

Fuente: Electomanía, octubre de 2024

La mejor explicación que se me ocurre para dar cuenta de esta inaudita deriva del CIS es que José Félix Tezanos, por alguna razón extraña, ha decidido arruinar su propio prestigio como sociólogo, amén de el del CIS, para servir a más elevados fines revolucionarios, de modo que el advenimiento de la sociedad socialista sea más rápido, desempeñando él la esforzada función de acelerador del “proceso histórico“. Como dijo Lenin, la verdad es que nunca acaban de darse las “condiciones objetivas” para que acontezca la anhelada revolución socialista, siendo preciso actuar sobre el curso del la Historia para facilitar ese feliz acontecimiento. De ahí que sea necesaria la acción política sobre las masas y, consiguientemente, la vanguardia del proletariado, genial invento de Vladimir Ilich, para que ese proletariado sea una clase “para sí” un poco más rápido que lo que el mero desarrollo de las fuerzas productivas terminará haciendo inevitable (como proclama el materialismo histórico, doctrina científica donde las haya). Y, efectivamente, todo parecería indicar que mi viejo profesor Tezanos, a pesar de la aversión mostrada a la interpretación leninista del marxismo de lo que era una clase social, cuando me dirigía la tesina de licenciatura, había terminado abrazando la idea esencial de la teoría política de Lenin: que la revolución no llegaba nunca por sí sola, dijera lo que dijera Karl Marx, y que tenía que ser impulsada por los intelectuales, que son los que conocían la clave para que una clase en sí pasara a ser una clase para sí de una maldita vez sin esperar la llegada inexorable de la sociedad sin clases hasta sabe Dios cuándo.

Me admiré yo, entonces, ante el hecho de que el otrora socialdemócrata Tezanos, que abominaba de Lenin cuando yo sugería la consideración de su idea de clase social, concepto fundamental para desarrollar mi tesina, ahora parecía haberse convertido en entusiasta leninista cuando de dirigir el CIS se trataba, no fuera que las verdaderas opiniones de los ciudadanos se manifestaran contrarias al mirífico socialismo sanchista, al que Tezanos sirve actualmente con encomiable abnegación. Las masas precisan de ser conducidas por el camino correcto, supongo que piensa él, exactamente como Lenin pensaba y defendía, y es necesario combatir la indeseable “falsa conciencia” que con frecuencia les aqueja y les aparta de su mejor destino. Y en eso debe de estar el profesor Tezanos. Tardoleninista, sí, para asombro general, pero contribuyendo decisivamente al alumbramiento de la sociedad progresista. ¿Qué es su prestigio profesional y académico y la buena fama del CIS comparado con eso? Después de todo, para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, como gustan de decir los revolucionarios de toda laya. Ça va de soi!